Cierro los ojos.
En mi cabeza suena "Song to the Siren". Vuelvo a estar allí. Floto en el vacío, suspendida, ingrávida en la inmensidad azul, silenciosa, solo rota por el sonido del aire escapando de mi regulador con cada exhalación. Miro al frente y veo acercarse un banco de peces. Una manta plateada que ondea caprichosamente, movida por un viento invisible. Viene hacia mi, veloz, y cuando parece que, inevitablemente, chocará conmigo, se abre en dos mitades perfectas y me envuelve. Y por unos instantes estoy dentro de una jaula plateada, viva, que refleja los rayos del sol que atraviesan la superficie del mar, a treinta metros sobre mí.
Sigo avanzando. Unos metros más allá, se abre un desfiladero. Es estrecho, de un metro escaso de anchura. Recojo el octopus para que no tropiece con las rocas. El fondo es de arena, blanquecina, con reflejos cristalinos, y las paredes están cubiertas de coral y plantas acuáticas. A esa profundidad, todas parecen ser de colores que recorren el espectro entre el negro y el cobrizo. Una de ellas roza mi antebrazo desnudo. Es urticante. De inmediato veo aparecer una fina línea cruzando mi piel, y noto la ya conocida comezón en ella. No le doy mayor importancia, y sigo avanzando.
Llego al final del desfiladero, y salgo a él. Allí está. El Gran Azul. La Nada. El Vacío Absoluto. La total inexistencia de referencias a las que aferrarte. Noto la sensación en el estómago, y cómo me cuesta coger aire, a pesar de tener aún mi botella medio llena. Durante unos segundos que parecen eternos me quedo mirando a la nada, fascinada. Siento que alguien tira de mí hacia arriba desde atrás, sujetándome por mi jacket. Estaba descendiendo y no me había dado cuenta. "Cuando te enfrentas al Azul, pierdes toda referencia, y es fácil dejarse llevar y descender sin control. No perdáis en ningún momento de vista la pared para que eso no os ocurra". Sí, ya nos había avisado nuestro guía. Sabias palabras. Cuando tus puntos de referencia cambian, o desaparecen, cuesta trabajo no dejarse llevar por El Gran Azul, por lo que te hace sentir, y hundirse.
Abro los ojos. Sonrío. Hay experiencias que no se olvidan nunca.
En mi cabeza suena "Song to the Siren". Vuelvo a estar allí. Floto en el vacío, suspendida, ingrávida en la inmensidad azul, silenciosa, solo rota por el sonido del aire escapando de mi regulador con cada exhalación. Miro al frente y veo acercarse un banco de peces. Una manta plateada que ondea caprichosamente, movida por un viento invisible. Viene hacia mi, veloz, y cuando parece que, inevitablemente, chocará conmigo, se abre en dos mitades perfectas y me envuelve. Y por unos instantes estoy dentro de una jaula plateada, viva, que refleja los rayos del sol que atraviesan la superficie del mar, a treinta metros sobre mí.
Sigo avanzando. Unos metros más allá, se abre un desfiladero. Es estrecho, de un metro escaso de anchura. Recojo el octopus para que no tropiece con las rocas. El fondo es de arena, blanquecina, con reflejos cristalinos, y las paredes están cubiertas de coral y plantas acuáticas. A esa profundidad, todas parecen ser de colores que recorren el espectro entre el negro y el cobrizo. Una de ellas roza mi antebrazo desnudo. Es urticante. De inmediato veo aparecer una fina línea cruzando mi piel, y noto la ya conocida comezón en ella. No le doy mayor importancia, y sigo avanzando.
Llego al final del desfiladero, y salgo a él. Allí está. El Gran Azul. La Nada. El Vacío Absoluto. La total inexistencia de referencias a las que aferrarte. Noto la sensación en el estómago, y cómo me cuesta coger aire, a pesar de tener aún mi botella medio llena. Durante unos segundos que parecen eternos me quedo mirando a la nada, fascinada. Siento que alguien tira de mí hacia arriba desde atrás, sujetándome por mi jacket. Estaba descendiendo y no me había dado cuenta. "Cuando te enfrentas al Azul, pierdes toda referencia, y es fácil dejarse llevar y descender sin control. No perdáis en ningún momento de vista la pared para que eso no os ocurra". Sí, ya nos había avisado nuestro guía. Sabias palabras. Cuando tus puntos de referencia cambian, o desaparecen, cuesta trabajo no dejarse llevar por El Gran Azul, por lo que te hace sentir, y hundirse.
Abro los ojos. Sonrío. Hay experiencias que no se olvidan nunca.
2 comentarios:
Esa sensación de verte envuelto en la nada es indescriptible. Hace años solía adentrarme nadando desde la playa hasta más allá de la zona de boyas y allí, me ponía a bucear panza arriba y con la cabeza hacia atrás, para perder la referencia del fondo y de la superficie del agua. Una paradójica mezcla de tranquilidad y de inquietud que se peleaban alternadamente por ocupar mi ánimo.
Siiiiiiíííí!!!
¡Sólo quien lo ha vivido lo entiende!
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