viernes, 23 de enero de 2009

Música y obsesión

En mi caso, muchas veces, van de la mano, son la misma cosa. La música forma parte de mi modo de entender la vida, y en ocasiones, lo confieso, puede rozar lo enfermizo.

Como ejemplo, mi última monomanía. Hace relativamente poco, mi amiga soy-muy-flamenca me “invitó”, con su peculiar entusiasmo, a escuchar la banda sonora de la película “Crepúsculo” (BSO Twilight); creo que nunca se lo agradeceré bastante. Simplemente, no tiene desperdicio. Esta recopilación de canciones de distintos grupos, al más puro estilo “grandes éxitos del rock alternativo del año”, me ha hecho descubrir a grupos que no conocía (como Paramore), o redescubrir a otros que tenía olvidados (véase Linkin Park). Pero, ante todo, me ha abierto los sentidos a un grupo para mí totalmente desconocido, algo que ahora me parece imperdonable: Muse.

Como muestra, un botón. Os dejo aquí la canción incluida en la banda sonora de este grupo, que se ha convertido en mi nueva obsesión, hasta el punto de acostarme y levantarme con ella en la cabeza, o ponerla tres veces seguidas cuando voy en el coche. Es simplemente perfecta. Cuanto más la oigo, más me gusta. (Advertencia: si tenéis como yo tendencia natural a la fijación musical ¡no la escuchéis!)


Solo tiene una pega: cuando la escucho en el coche tengo que resistir la tentación de pisar el acelerador. El disco de estos chicos debería llevar una etiqueta, como los paquetes de tabaco, del tipo “LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN: ESCUCHAR ESTA MÚSICA MIENTRAS SE CONDUCE O MANIPULA MAQUINARIA PESADA, PUEDE SER PERJUDICIAL PARA LA SALUD”.

Que la disfrutéis (o no).

jueves, 11 de diciembre de 2008

Una frase que leí una vez...

Hace tiempo, alguien me pidió que buscara una frase de un libro que me hubiera gustado por algún motivo, la copiara en un papel, y la pegara en un tablón. Ella había hecho lo mismo, y había elegido una frase sobre campos y amaneceres, llena de metáforas y adornos, que ocupaba cinco líneas manuscritas en el pedazo de papel que había empleado. La frase que yo elegí solo ocupaba una línea: "Soy su amigo". La escogí del libro "La Historia Interminable".

Todos me miraron como si fuera marciana cuando leyeron la frase. No me sorprendió, porque para entenderla, deberían, como mínimo, haber leído el libro. La frase la dice Atreyu hacia el final de la novela. Bastian, tras viajar por todo el mundo de Fantasía viviendo mil aventuras inacabadas y comportarse como un Dios todopoderoso actuando a su antojo, tras haber perdido casi totalmente la memoria y haberse convertido en un fantasma de lo que fue, su única posibilidad de salvación es volver al mundo real. Y para ello, alguien debe concluir las historias que él, de forma irresponsable, no terminó. Y Atreyu se ofrece a hacerlo, aunque es consciente de que ello le llevará toda una vida. Cuando le preguntan por qué va hacer un sacrificio semejante, él sólo contesta: “Soy su amigo”.

Me pareció una gran frase. Años después, me lo sigue pareciendo.


domingo, 23 de noviembre de 2008

Ya es Navidad... en el Corte Inglés

Y en el todo a 100 de la esquina. En todas partes. Desde hace más de una semana siento el bombardeo navideño. El hipermercado abarrotado de turrones, adornos navideños y juguetes, las calles llenas de lucecitas de colores, los 20 minutos de anuncios de juguetes en el intermedio de la peli en la tele (eso me pasa por ver la tele, ya me vale), y el CD de villancicos cantados por estridentes voces infantiles que ponen todos los años sonando a todo pijo por los altavoces del centro comercial. ¡Por favor, que aún estamos en Noviembre, y ya tengo empacho! ¡Qué cada año empezáis antes! El año que viene cuando pondréis las lucecitas, ¿en Agosto? ¡Qué paren la Navidad, que yo me bajo!

domingo, 16 de noviembre de 2008

El Gran Azul

Cierro los ojos.

En mi cabeza suena "Song to the Siren". Vuelvo a estar allí. Floto en el vacío, suspendida, ingrávida en la inmensidad azul, silenciosa, solo rota por el sonido del aire escapando de mi regulador con cada exhalación. Miro al frente y veo acercarse un banco de peces. Una manta plateada que ondea caprichosamente, movida por un viento invisible. Viene hacia mi, veloz, y cuando parece que, inevitablemente, chocará conmigo, se abre en dos mitades perfectas y me envuelve. Y por unos instantes estoy dentro de una jaula plateada, viva, que refleja los rayos del sol que atraviesan la superficie del mar, a treinta metros sobre mí.

Sigo avanzando. Unos metros más allá, se abre un desfiladero. Es estrecho, de un metro escaso de anchura. Recojo el octopus para que no tropiece con las rocas. El fondo es de arena, blanquecina, con reflejos cristalinos, y las paredes están cubiertas de coral y plantas acuáticas. A esa profundidad, todas parecen ser de colores que recorren el espectro entre el negro y el cobrizo. Una de ellas roza mi antebrazo desnudo. Es urticante. De inmediato veo aparecer una fina línea cruzando mi piel, y noto la ya conocida comezón en ella. No le doy mayor importancia, y sigo avanzando.

Llego al final del desfiladero, y salgo a él. Allí está. El Gran Azul. La Nada. El Vacío Absoluto. La total inexistencia de referencias a las que aferrarte. Noto la sensación en el estómago, y cómo me cuesta coger aire, a pesar de tener aún mi botella medio llena. Durante unos segundos que parecen eternos me quedo mirando a la nada, fascinada. Siento que alguien tira de mí hacia arriba desde atrás, sujetándome por mi jacket. Estaba descendiendo y no me había dado cuenta. "Cuando te enfrentas al Azul, pierdes toda referencia, y es fácil dejarse llevar y descender sin control. No perdáis en ningún momento de vista la pared para que eso no os ocurra". Sí, ya nos había avisado nuestro guía. Sabias palabras. Cuando tus puntos de referencia cambian, o desaparecen, cuesta trabajo no dejarse llevar por El Gran Azul, por lo que te hace sentir, y hundirse.

Abro los ojos. Sonrío. Hay experiencias que no se olvidan nunca.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Sorprendida me hallo...

Son Fiestas Patronales. Y como todos los años, la comisión de fiestas nos obsequia con un par de conciertos gratis. Pero la sorpresa para mi ha sido descubrir a quién han invitado a actuar este año. Anoche pude disfrutar de un concierto de La Casa Azul.



Acostumbrada a que trajeran a otro, ejem, tipo de artistas, veasé triunfitos y sucedáneos, ha sido para mí una grata sorpresa. Pues eso, que sorprendida me hallo.

Por cierto, también me sorprendió la gente. Muchos fans, coreando las canciones, y sobre todo muy buen rollito. No tuvo desperdicio.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Un domingo cualquiera...

Después de una semana sufriendo un resfriado que se negaba a abandonarme, hoy por fín me he encontrado algo mejor, y he sentido la necesidad de dar una vuelta, estirar la piernas, tomar el aire, y sentir el sol en mi piel.

En plan domiguero (y nunca mejor dicho), he paseado por el centro, he cotilleado en las tiendas de chinos (llevaba el cuello al aire y hacía viento, así que me he comprado una pashmina), y he acabado en la playa. El viento le imprime un color especial al mar, un verde de un tono muy peculiar, que no se ve por aquí a menudo, como tampoco se suelen ver olas como las de hoy. Hoy el mar no parece hecho de hombres de agua, sino de caballos salvajes, al galope, compitiendo entre ellos para ver quien llega el primero a la playa.

He acabado por pasear por la orilla. Aún podían verse las huellas dejadas por el oleaje las pasadas horas. La arena, húmeda hasta mitad de playa, estaba cubierta por decenas de medusas, del tamaño de pelotas de tenis, diseminadas por la orilla. Curiosas criaturas, las medusas; tan hermosas, y tan peligrosas...

A pesar del viento, la temperatura es agradable, he invita a sentarse al sol. Hoy es un hermoso día.

lunes, 13 de octubre de 2008

Hombres de agua

Camino por la orilla de la playa. Me siento en la arena y miro al mar. Las olas se acercan, semejantes a hombres de agua, nadando en pos mio, blandas, cadentes, en un movimiento perpétuo, infinito como una cinta de Moebius dibujada por Escher. Se acercan a mí; parecen atraídas por cantos de sirena, pero en lugar de cantos las atrae mi silencio.

¿Qué ocurriría si me fuera lejos de tí? Sobreviviría. Porque sólo necesito cerrar los ojos para verte de nuevo, para que tu azul inunde mis retinas y las deslumbre, como lo hace el brillo del sol cuando se refleja en tu superficie. Sólo necesito recordarte para aspirar tu aroma, inconfundible, inimitable. Sí, sobreviviría. Pero también te juro que te echaría de menos.